Hay que ver que el ser humano, en su vano afán de querer tener siempre la razón, hace cosas increíbles. Una de ellas es aquella manía de empecinarse con algo (dígase objetos, conceptos, teorías, personas, etc.) que le hemos llamado fanatismo.

¿Alguien podrá decir que no es fanático a nada? Creo que no, pues ¿quién no se obsesionó con su primer amor? Existen varios tipos de fanatismos, el que se profesa por los objetos materiales, la religión, los equipos deportivos, etc. Pero no es de esos tipos de fanatismo a los que quiero referirme, sino a un tipo especial y que nos toca muy de cerca a todos los que de alguna manera desarrollamos nuestras vidas vinculadas a la computación, me refiero al fanatismo tecnológico. Sin dejar de asemejarse con otros fanatismos (al menos en sus esencias fundamentales), este es un poquito particular. Se puede ver aplicado en cualquier rama de la computación: filosofías, hardware, software, metodologías, sistemas operativos, servicios, servidores, etc. El más clásico y que ha tomado mucho auge en los últimos tiempos es aquel aplicado al software libre y al software propietario.

¿Quién tiene la razón? ¿Quién ganará la guerra? se preguntarán muchos imparciales que pueden ver el fenómeno desde las gradas. Los que están en cada bando, evidentemente confían e intentan asegurarse que serán ellos los ganadores con toda la razón de su parte. Ahora bien, para aquellos que, sin estar en las gradas, pero tampoco directamente en ningún equipo (donde creo que actualmente estoy) la respuesta a esas inquietudes parece ser la más lógica.

Realmente creo que ninguno ganará pues los dos bandos tienen razón en muchas cosas y solo dejan de tenerla en pequeñas asperezas del modelo. Si de todas formas tuviera que vaticinar un ganador diría que será el que mejor logre adaptarse a la forma de ver las cosas del otro; pero más aun, si tuviera que concretar diría que el software propietario es el que pudiera hacerlo si hace bien las cosas. Motivos por los cuales me decido a decirlo es porque en la actualidad cuenta con la inmensa mayoría de aplicaciones ya desarrolladas y con un altísimo nivel de penetración en el mundo completo, esto hace que las compañías tengan un gran capital para invertir en hacerse cada día mejores (cosa muy importante).

¿Qué podría dar al traste con esta decisión? Que en vez de dedicarse a suavizar las licencias comerciales con las cuales se distribuyen sus productos, dediquen esfuerzos a atacar al bando contrario. El movimiento de software libre no se ha quedado con los brazos cruzados, pero tiene que cambiar radicalmente su forma de enfrentar las cosas. Aquellos que son seguidores de este movimiento no pueden ver, ni escuchar, ni tan siquiera imaginarse que lo que le estén mostrando o hablando “huela” a software propietario, porque ponen el plug a tierra y es como si no existiera la contraparte, es decir, solo lo de ellos es mejor y no tiene defectos algunos, es a esto precisamente a lo que me refiero. Que me disculpen los que no piensan así, pero en mi experiencia me ha tocado enfrentarme a muchas de estas personas.

En un principio y como fanático al fin del software propietario me enfrascaba en la más tediosa discusión por defender lo que tenía dentro de mí, esto fue así hasta que desperté de ese sueño. Hace falta que muchos más despierten. Actualmente hago igual que cuando alguien intenta demostrarme que Dios creó el mundo (que me disculpen los creyentes), acordamos no hablar de ese tema y seguir conversando de lo hermosa que es la vida.